Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1854-1856 (Cortes Constituyentes de 1854 a 1856)
Sesión: 17 de enero de 1856
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 291, 9.944, 9.945
Tema: Reconstitución del Gabinete del Sr. Duque de la Victoria

El Sr. SAGASTA: Empezó por decir el general O'Donnell, traduciendo esta proposición que tenía por objeto salvar el principio parlamentario, como un voto de censura, y como un voto de censura principalmente al Duque de la Victoria (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Directo.) Yo no sé, señores, cómo el señor Duque de la Victoria tomará esta proposición; pero aquí ha habido conflictos que han producido modificaciones ministeriales cuando la política del Gobierno no ha satisfecho las exigencias del país, y el Duque de la Victoria ha quedado en su puesto.

Y digo más: ha quedado en su puesto, porque ha debido quedarse, porque así las Cortes lo han declarado. Las Cortes, representantes de la voluntad del país, si le dicen al Duque de la Victoria que se quede, el Duque se quedará. ¿Qué se hubiera hecho, si no, de la bandera que el Duque de la Victoria levantó en Zaragoza? ¿Qué sería, si no, de la marcha que el Duque de la Victoria ha impreso a la revolución? ¿Qué sería de las promesas que una y otra vez aquí nos ha hecho?

¿Qué sería, si no, de las solemnes palabras " cúmplase la voluntad nacional? "

Yo, señores, he combatido la política en general, como la ha combatido la prensa, como la combate el país. Yo he querido buscar el origen de la política, y el origen, señores, es lo que he combatido, atendiendo a las circunstancias del país.

Su señoría al examinar la proposición ha querido dar una interpretación viciosa al objeto de ella, valiéndose de esos ardides parlamentarios, suponiendo que en esa proposición se envolvía un voto de censura al Duque de la Victoria y una inculpación a las Cortes Constituyentes. No tenía necesidad S.S. de apelar a este ardid parlamentario si la proposición no estuviese en su lugar, cosa que no habrá ciertamente quien la niegue. Para ello no hay más que echar una rápida ojeada sobre la prensa de todos los colores. Pues qué, ¿pueden ignorarlo los Sres. Diputados, a no ponerse una venda en los ojos para no ver lo que pasa? ¿ No se oye ese clamor público, ese clamor universal que nos dice lo bastante? Pues yo estoy seguro de que la prensa de todos colores no quiere sin embargo que salga el Duque de la Victoria.

Vamos a otro cargo grave que me ha dirigido el Sr. O'Donnell acerca de la inculpación que supone he hecho yo a las Cortes. ¿Es verdad que habéis votado el Consejo Real... o el de Estado?

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Escosura): No es igual; hay gran diferencia.

El Sr. SAGASTA: ¿Es verdad que las Cortes Constituyentes han votado el Consejo de Estado?¿No es cierto que se han votado otra porción de cosas que en la generalidad de los Diputados, es necesario decirlo, no había la intención de votarlas? (Varios Sres. Diputados, y entre ellos los Ministros de Guerra y Gobernación, piden la palabra.)

El Sr. PRESIDENTE: Orden, señores: que explique el Sr. Sagasta esas palabras.

El Sr. SAGASTA: Mi costumbre Es manifestar antes los principios para poder deducir los resultados. Ahora he hecho lo contrario, y siento que por ello se haya alarmado la Cámara. Voy, pues, a razonar lo que he dicho porque no tengo necesidad de retirarlo.

Sabido es que muchas veces hay cuestiones en las cuales se suele votar de distinto modo que se piensa, por las consecuencias que de lo contrario pueden resultar. Por ejemplo: aquí ha venido la discusión del presupuesto de la Guerra. Me fijo en este asunto como pudiera hacerlo en otros. Cuando vino aquí el presupuesto de la Guerra, algunos Diputados se levantaron a combatirle, diciendo que era necesario suprimir algunas Capitanías generales, si es que habían de hacerse algunas economías. ¿Y qué contestaba el Gobierno? " Es verdad; pueden modificarse; pueden suprimirse; es conveniente que se supriman algunas; pero téngase en cuenta que no es posible que esto se haga en el momento, en un día: esto es necesario que sea consecuencia de la división territorial, y esta división, de la cual depende la militar, no puede hacerse en un día." En este caso, ¿cómo habíamos de oponernos al presupuesto de la Guerra, aun cuando conociéramos que podía ser mejor? He aquí la razón por qué el Diputado que se encuentra en este caso tiene que votar aquello que en realidad no la parece conducente; tiene que votar, no aquello que le parece mejor en su conciencia, sino aquello que cree más adaptable a las circunstancias en que se encuentra. Deben, pues, satisfacer estas palabras, pues esa ha sido mi intención y no otra.

Y bien, Sres. Diputados; lo que ha pasado en el presupuesto de Guerra,¿no ha sucedido en otras cuestiones? Por eso he dicho yo que muchas veces ha habido Diputados que votaban una cosa, no en la inteligencia de que era la mejor, sino porque las circunstancias en esa necesidad les ponían.

El Sr. PRESIDENTE: Recuerde V. S. que está rectificando.

El Sr. SAGASTA: Ya ve S.S. que es caso un poco apurado, y que yo debía dar las explicaciones convenientes a mi decoro y a la dignidad de la Cámara.

El general O'Donnell me ha atribuido una cosa que no he dicho, manifestando haber yo expuesto que el Gobierno no había consultado a las notabilidades de la Cámara. Lo que yo he dicho es que, según las palabras de un Ministro, parecía natural que la política variase. ¿Y qué es lo que se ha hecho para variar esta política? Las personas que han venido a reemplazar a los Ministros dimisionarios, ¿han sido buscados de las notabilidades parlamentarias, después de haber expuesto su programa en las diferentes veces que han dirigido su voz al país? Yo no digo que no hayan sido llamados para aconsejar; pero no se ha contado con ellos para que formen parte del Gabinete.

También me ha supuesto que había yo dicho que [9.944] el Gobierno no tendía la mano a los elementos que abriga esta Nación. Yo lo que he manifestado es que es desgracia de nuestro partido el no apoderarse de todo lo que le puede servir; que lo desecha.

También el señor general O'Donnell nos ha dicho que no fue el Sr. Laserna quien fue llamado el primero para ser Ministro, porque lo fue el Sr. Portilla. Esta es una razón más en apoyo de lo que he dicho, porque entonces han sido llamados los Sres. Laserna, Portilla, Echarri y Arias Uría; por lo tanto, ¿qué diferencia, qué comparación hay entre el segundo y el tercero?

Ha dicho también S.S. que yo abrigo temores infundados respecto a la situación. Y de esto S.S. ha dicho que el Gobierno ha sabido destruir todas las maquinaciones que hasta ahora se han intentado, y que espera poderlas destruir en lo sucesivo. Todo esto será cierto; procurará hacerlo así; pero hasta ahora no tenemos grandes esperanzas, porque no hay mas que ver lo que pasa, esa agitación continua que estamos palpando, que la tenemos delante. Por consiguiente, yo no temo el desorden material, sino el desorden moral; y para evitarlo, para hacerlo desaparecer, es necesario que haya un Gobierno que inspire al país la mayor confianza y que sepa armonizar la libertad con el orden.

Dice S. S. que yo he rechazado a los partidos que han tornado parte en la revolución. No es así; todo lo contrario: yo los acepto; pero, los acepto, no como S.S., porque S.S. de esa manera nos conduce al absurdo. Yo los acepto en el terreno político, pero no quiero que entren juntos en mi partido a gobernar: quiero que nos combatan en este terreno y de buena fe, y que nuestro país forme su juicio acerca de la lucha entre estos dos partidos y elija al que quiera; que luego mi partido tendrá igual misión que la que ahora debe tener ese otro, y cooperará con él en todo lo que cooperar deba, y lo combatirá en el terreno de los principios, pero en el terreno de la buena fe. En este sentido le damos el apoyo que debe dársele. Por lo demás, ¡cómo he de desechar yo a los partidos que tomaron parte en la revolución! Yo lo que quiero es que esos partidos se unan sin monopolizar al país; quiero que suban al poder sin violencia.

El Sr. O'Donnell me ha dirigido también un cargo muy grave. Su señoría, me decía, quiere dividir en dos, al partido progresista. ¿Quién trata de dividirle? Yo no trato de dividir en dos al partido progresista: lo que he hecho es aconsejarle que se una, porque desgraciadamente hay cierta disidencia, y esta disidencia proviene de esa amalgama de partidos, que unos la miran como yo, y otros la miran de distinta manera; y yo lo que he dicho es que mirada esa unión como la miran algunas personas que se han unido al partido moderado, no es útil para el país, y les digo: venid a vuestras banderas. ¿Dónde está, pues, la división que quiero yo introducir entre el partido progresista?

Sea de esto lo que quiera, creo que no tengo más que rectificar, y en todo caso lo dejo para después, si es que la Cámara, como le ruego, se sirve tomar en consideración la proposición que en unión con otros señores Diputados he tenido la honra de someter a la deliberación de la Asamblea.



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